Mística de la no fragilidad
- Irene M.B.
- 27 oct 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 11 nov 2020
Su delirio se ha agravado hasta convertirse en pánico. Siente que su mitología está confirmada. Madame Blanche
Título Suspiria ❙ Dirección Dario Argento ❙ Género Terror ❙ País Italia ❙ Año 1977 ❙ Duración 98 min
“Witches, witches…” susurran las paredes de una academia de danza nacida en Marte. Las reglas del lugar, estrictas e ilógicas, vuelan entre melenas jóvenes, entusiastas y asustadas. El escenario, rojo, las protagonistas, mujeres; aquí los hombres juegan con papeles anecdóticos que inquietan pero no determinan. Hablamos de Suspiria, filme del 77 que inauguró un tipo de terror sin sentido, que sacudió las bases de un género todavía por explorar y, lo más importante, que situó a las mujeres en todos los planos: ellas son la mala, la buena y todo lo que existe en medio de estos binarismos éticos absurdos.

La producción de Dario Argento nos introdujo en un mundo de brujas, de aquelarres dentro de una habitación art-deco. La película nos cuenta la llegada de una joven estadounidense a la academia de Madame Blank la misma noche que una de sus alumnas es asesinada y cómo, tras instalarse, la protagonista va embebiendo el ambiente tenso y magnético, a la par que aterrador, que se cuela por cada rincón. Allí todo es rojo color sangre, la estética se mueve sigilosa en cada fotograma mientras, con un sonido atronador - a veces molesto - nos adentramos en los momentos de peligro. Los asesinatos suceden, una mano de uñas largas y negras nos da pistas, las habitaciones hablan de tramas oscuras: nada de fantasías o pócimas, estas brujas beben vino en copas de bronce y dan clases de ballet magistrales.
Esta línea narrativa coincide con la Surpiria de Guadagnino. Sin embargo, el peso histórico del filme del director italiano en demasiadas ocasiones desluce la trama y si en algo difiere totalmente a la de Argento es en la estética. En la versión de 2018 encontramos colores apagadísimos, filtros grises que recuerdan al ambiente de La vida de los otros (2006); los colores aparecen a golpes, en los momentos más tensos, como una pulsión. Mientras en la del 77 el rojo es constante, en la actual fluye cuando el corazón da un vuelco, pega un latido, recurso que nos acerca también a la reciente Nina Wu (2019).
Entre mallots se establece la relación de complicidad de Suzy, la protagonista, y Pat, únicas alumnas que sospechan de las intenciones de Madame B y demás profesoras, que se preguntan cómo sus compañeras han sido asesinadas, por qué caen gusanos de ultratumba del techo. El sinsentido las acerca a la locura, acaricia sus costuras hasta descoser su mente y tras pasadizos secretos descubren como una iluminación la puerta madre. Estereotipos que van y vienen, con unas mujeres al control constantemente, con unas alumnas que se aferran de la mano a la vida. Sin embargo, la figura de la bruja madre sigue cumpliendo dos parámetros: vieja y fea. Pequeño topicazo con el que rompe la de Guadagnino, que sitúa como alma mater a una Tilda Switon espectacular.
La de Argento es una película que encanta a las estetas y horroriza a las amantes del buen guión. Los diálogos no abundan ni son complejos, sin embargo, cada vez que una mujer habla la película cambia de rumbo. Las conversaciones más relevantes giran en torno a la necesidad de hermandad entre alumnas para llegar al fondo de la oscuridad que las acecha, de las uñas que pretenden acabar con su vida. Los gritos mudos bajo la lluvia, los gestos de horror y las miradas cómplices se comparten, como también las tramas que se tejen en la matriz de la brujería. Puede que la estética irrumpa, haga que demás aspectos pasen a segundo plano, pero embellece, crea un estilo propio que tras años identifica a la Suspiria del 77.
En la época que fue rodada, las mujeres ocupaban un papel anecdótico en cada film y en las de terror jugaban con la figura de la eterna asustada, vulnerable y expectante. Tanto en la dirigida por Argento como en la de Guadagino, las alumnas son protagonistas, ellas cogen las riendas de lo que sucede en la academia para intentar resolver el misterio. Nadie las ayuda, nadie las protege, entre ellas se desvelan secretos y maneras de sobrevivir; esa fue la auténtica brujería que condenó a tantas, el conocimiento y la autodefensa. Otro elemento a destacar: quien las persigue no es ni una sola persona ni un hombre; son brujas, mujeres organizadas, una estructura familiar de pócimas y veneno, de antigüedad infinita. Ellas viven en la eternidad, como quedará en el recuerdo el terror que no las fragiliza.
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