Ustedes nunca se equivocan
- Sofía Á. J.
- 15 abr 2020
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 11 nov 2020
Yo no he traicionado a la República, la República me ha traicionado a mí. Unamuno
Título Mientras dure la guerra ❙ Dirección Alejandro Amenábar ❙ Género Drama ❙ País España ❙ Año 2019 ❙ Duración 103 min
Ahondar en las contradicciones no es tarea fácil. Máxime, con un contexto tan convulso como el estallido de la Guerra Civil como escenario en el que esta confrontación alcanza su punto álgido. Amenábar plantea un relato más allá de la historia, en una película que rehúye, con sus silencios, el biopic, pero a su vez supera, con sus ambiciones, el género de época. “Mientras dure la guerra”, tan singular como su protagonista, intenta abrirse paso en la historia del cine español y cosecha tanto un interesante éxito como un contundente fracaso.

"Ustedes los intelectuales me hacen mucha gracia, siempre intentando cambiar el mundo desde su trinchera", confiesa un soberbio Eduard Fernández, encarnando a un visceral Millán Astray, que se relame ante el flagrante éxito del alzamiento militar. "¿Yo me he equivocado? Claro, porque ustedes nunca se equivocan", reprocha un Unamuno frustrado, sobrepasado ante el momento histórico en el que se encuentra, a su compañero Salvador Vila en la cima de una colina entre Salamanca y Zamora. "A mí, que soy vasco, no me importa seguir enseñándoles el castellano, que también desconocen, a ustedes", proclama el escritor en su réplica final en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca. Y es que, en Mientras dure la guerra no parece haber dos bandos, sino mil. El intelectual y el militar. El republicano y el fascista. Unamuno y el resto del mundo. "España es así", afirma Franco desde su avión.
Unamuno es, sin duda, una de las figuras más singulares de la historia de nuestro país. Y la decisión de Amenábar de cristalizar las contradicciones sine die de la sociedad española a través de su persona es una muestra de su pericia, a la par que un movimiento cinematográfico interesante. No obstante, la obra cuenta con severas carencias que se constatan, por desgracia, desde su inicio. El director chileno-español afirma que se trata de una película sobre Franco y Unamuno, pero la relación entre ambos personajes se antoja más anecdótica que determinante.
Se ahonda con mucha más precisión en la figura del intelectual que en la del dictador, por lo que, finalmente, todo apunta a que nos encontramos ante una película sobre Unamuno. Pero los trazos sobre su vida, más allá de sus ideas, resultan no más que eso: trazos. Y, quizás por la sobresaliente actuación de Fernández, la figura de Millán Astray acaba cobrando un peso más que destacable en la trama. Por lo que, finalmente, la historia acaba siendo la del enfrentamiento entre el militar y el intelectual, entre Millán Astray y Unamuno; quienes, realmente, nunca acaban por enfrentarse. Las contradicciones de Unamuno, que parecen también haberse extrapolado a las decisiones de dirección de Amenábar, si bien funcionan sobremanera a la hora de dotar de un elemento diferenciador al guion, no ayudan en absoluto a encontrar la unidad de sentido de la cinta.
"A veces, el silencio es la peor mentira", rezaba el tráiler en su primer avance, parafraseando al intelectual bilbaíno. Y sería un error no señalar que una película que erra en su propósito inicial, difícilmente consigue abrirse un hueco entre la prolífera obra que versa sobre la Guerra Civil en la historia de nuestro cine. Amenábar pretendía ser entendido "tanto por izquierda como por derecha". Pero entender a Unamuno no implica, necesariamente, entender a Amenábar. Y a su vez, entender al escritor, "que era unamuniano y decía siempre lo que pensaba", tampoco resulta tarea fácil. Sin embargo, las licencias históricas que el director decide tomarse no resultan reseñables, en tanto contribuyen a la singular y ecléctica atmósfera de la obra. El vehemente Millán Astray atrapa mucho mejor que el intelectual fascista.
El bagaje como narrador de las relaciones humanas en contextos de guerra de Amenábar nos regala, por el contrario, momentos de dulzura extraordinaria, como la relación del abuelo con su nieto a través de las figuras de animales de papel. Asimismo, las interpretaciones de Karra Elejalde y, especialmente, el Millán Astray de Eduard Fernández consiguen dotar a la cinta de un magnetismo extraordinario. Así como los – inesperados – momentos de humor, como la travesía a Zamora del intelectual y su amigo. "Por lo menos nos queda esto; el sol, el campo". Y ahí sí que lo entendemos.
El esperado y apoteósico final, con el discurso en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, pasa más desapercibida de lo que prometía. "Vencer no es convencer", recita el escandalizado Unamuno ante la grada de militares fascistas, conservando el extracto original de su discurso. "Venceréis porque os sobra fuerza bruta, pero no convenceréis, porque para convencer hace falta persuadir". Mientras dure la guerra no intenta en ningún momento persuadir. Quizás, por eso, tampoco logra convencer. Pero sin duda, consigue hacer que la espectadora reflexione desde su butaca. Y lo más importante, el pensador resignado en su locus amoenus, exiliado en sus recuerdos, consigue hacernos sentir.
No es fácil intentar imaginar qué opinaría Unamuno sobre la autocomplacencia que la cinta desprende, por regla general, en su tono. "Los hombres tienen la costumbre de gritar para no tener que escucharse unos a otros", dijo él mismo una vez. Así sucede en una de las escenas más conmovedoras, en las que Salvador Vila y él discuten durante horas en la cima de una colina, mientras en el metraje, la música se impone por encima de sus palabras. Quizás, para visionar Mientras dure la guerra es necesario enterrar el grito, por unos minutos. Probablemente la obra esté destinada a no ser comprendida. Por desgracia, no precisamente porque "España sea así".
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