02 donde acaba la carretera
- Sofía Á. J.
- 1 sept 2020
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 14 dic 2020
Donde acaba la carretera, allí está la meta. Pero no es allí donde está la película. El cine no es una carrera, el cine está en el camino.



Travis no recuerda nada, pero sabe que la vida no alberga más oportunidades para él. Recorre las vías desiertas de un tren que ya no cruza la yerma llanura americana, agacha la cabeza y recuerda sus errores, o quizás no piensa en nada. Para él sólo existe el camino. "Nos volvimos tras una docena de pasos, porque el amor es triste, y nos miramos por última vez", escribió Jack Kerouac para su En el camino. Paris, Texas (1984) es esa última mirada, y sus particulares doce pasos la vuelven una imprescindible cuando hablamos del cine de asfalto. Carretera y manta. Olvido y redención. El punto de partida de muchas de las road movies.
El camino
No hay un camino cierto hasta el origen de las road movies. Su nacimiento se asocia con frecuencia al Nuevo Hollywood y a las revoluciones culturales de la década de los 60. Estados Unidos, epicentro por excelencia de la revolución del género, contaba con una arraigada cultura del western de la que emanan los pilares de la película de carretera: una estructura narrativa en torno al desplazamiento y un viaje metafórico, que con frecuencia servía como iniciación del protagonista en la vida.
Las sucesivas reinvenciones que ha experimentado (inclusión de las minorías en la década de los 90, o de la familia en la década de los 2000, como explica Ochoa en "En tránsito: un recorrido por la road movie norteamericana") han logrado forjar una categoría sui generis, cuya carretera siempre parece albergar la promesa de un futuro distinto, pero para el que no parece haber unos rasgos comunes. Redención, aventura, perdón... ¿Qué buscamos en la carretera?
Carreteras y carriles
El lanzamiento de Una historia verdadera (1999) de David Lynch supuso toda una revolución. Culminaba una década de apogeo de las películas de carretera, y lo hacía a lomos de un viejo cortacésped en el que (el aún más viejo) Alvin pretendía cruzar Estados Unidos para encontrarse con su hermano enfermo.
El tempo de la película se estructura en torno al sentido del viaje. Y en esta obra, la velocidad de la cosechadora avanza en consonancia con una historia sosegada, una introspección desde la que se recuerdan los distintos senderos que han llevado a Alvin hasta ese punto. El final de la carretera parece, en ocasiones, amenazar al anciano con suponer también el final de su vida. Su figura se aleja del héroe en busca de aventuras que eclipsa con frecuencia el género, pero tampoco se trata de una rara avis . Ésta es una de las grandes bazas del "cine de asfalto": las peculiaridades de cada viaje configuran su propia historia, sus protagonistas y sus desplazamientos (vehículos y velocidades). Carreteras o carriles, todos son transitables dentro de la cámara.

Una docena de pasos
En su Me cago en Godard, Pedro Vallín explora cómo la propia orografía estadounidense ha propiciado el auge de las road movies en el país. Sin duda, ésta no debe obviarse. Al igual que no debe ignorarse la influencia de la generación beat ni de figuras como Jack Kerouac. Es precisamente el buque insignia de las obras de este último, En el camino, el considerado como propulsor definitivo de este tipo de historias, que inevitablemente acabaron llegando a la gran pantalla.
Hacia lo salvaje (2008), inspirada en la novela homónima y basada en hechos reales de Jon Krakauer, puede en efecto leerse como cinta prototipo de esta categoría cinematográfica. Inspirado por las novelas del propio Kerouac, Jack London o Tolstói, Cristopher Mccandless decide abandonar su vida tal y como la conoce, la sociedad de consumo, y lanzarse a la carretera, esperando aprender de la vida para conquistar las feroces montañas de Alaska. Si bien su viaje sólo se vuelve más y más complicado, y los mitos del hombre en consonancia con la naturaleza no tardan en desmentirse, desde la butaca no parece asistirse a una celebración de la vida. Lo salvaje es a la vez oda y advertencia. Y, de nuevo, su final no encaja en los patrones de las guías del viaje de iniciación a la vida. El mundo es impasible. Su terquedad y obstinación no adormecen para lograr un final de cinta que apacigüe las conciencias. “La felicidad sólo es real cuando se comparte”, nos grita Mccandless, y en efecto, su felicidad se encuentra en el viaje, en quien lo acompaña. No en la meta.

Quién camina y hacia dónde va
Desde la década de los 60, son muchos quienes han transitado los caminos del género. Las aventuras de Priscilla, reina del desierto (1994), Thelma & Louise (1991), Y tu mamá también (2001) o la española Vivir es fácil con los ojos cerrados (2013) nos muestran que no sólo los jóvenes sin preocupaciones pueden lanzarse a la carretera en busca de aventuras. La carretera es el camino y los doce pasos de Kerouac han encontrado miles de formas de conjurarse, y lo seguirán haciéndose, porque la road movie morirá cuando deje de reinventarse. El viaje seguirá adaptándose a las nuevas circunstancias y encontrando nuevas rutas, salvajes o pausadas. Porque no puede hacer otra cosa.
El cine está en el camino.

Otros carriles de interés
- Ochoa, Santiago. (2018). Viajes con sentido: Notas para una historia del cine español on the road. 16. 141-162.
- Ochoa, Santiago. (2018). En tránsito: Un recorrido por la road movie norteamericana. Signa: Revista de la Asociación Española de Semiótica. 27. 419. 10.5944/signa. Vol. 27.2018.18701.
- Correa, Jaime. (2006). El road movie: Elementos para la definición de un género cinematográfico. Signa: Cuadernos de Música, Artes Visuales y Artes Escénicas, ISSN-e 2215-9959, Vol. 2, Nº. 2, 2006, págs. 270-301
- Vallín, Pedro. (2019). ¡Me cago en Godard! Por qué deberías adorar el cine americano (y desconfiar del cine de autor) si eres culto y progre. Editorial Arpa.
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