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03 construyendo a la bruja

  • Foto del escritor: Tertuliana
    Tertuliana
  • 31 oct 2020
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 11 nov 2020

Construir pasa por reconocer. ¿Quiénes eran las brujas? ¿Cómo se han reflejado en el audiovisual? Es decir, cómo se las ha construido. ¿Dónde, y quién lo ha hecho? Construir, en el cine, es crear. Y la bruja se ha creado desde la edificación de su cuerpo: la gran pantalla ha perfilado su pecho, sus manos y su deseo. No sólo eso, también su mente y su forma de cuidar, así como su capacidad para generar una atmósfera de peligro. Pero la bruja como arquetipo es un fenómeno mucho más complejo.


Una pulsión en el centro del pecho

La mística de la dualidad radica en el pecho, cavidad que estéticamente se asemeja a un agujero negro en el que corazón y alma se dan la mano. Ambos elementos se han considerado tradicionalmente un mismo espacio de reunión para las que cada brujería haya considerado sus ‘divinidades’. Por eso, explicar el pecho de la bruja desde lo estático no tiene sentido, hablamos de un túnel corpóreo de dimensiones alterables y gran actividad interna. La palabra corazón nos empieza a dar una idea de su movimiento: designada en sánscrito como hrid, significa «saltador» y hace referencia a su pulsión en el pecho en respuesta a los esfuerzos y a las emociones.


La simbología del corazón y las emociones como infinitud + poder derivaron en objeto de persecución. Los actos de brujería que se basaban en el conocimiento del medio y la buena intención de emplear dicha sabiduría en sociedad se denominaron ‘maldad’. Con el pretexto de haber provocado mal de ojo, en países como Ghana y Burkina Faso se sigue marginando y criminalizando a las mujeres, a las que se acaba por separar de su familia y enviar a campamentos de destierro. La película I Am Not a Witch, de la realizadora zambiana Rungano Nyoni, profundiza en este negocio y deja claro que la brujería puede ser una metáfora empoderadora para el eurocentro pero no para los lugares de África en los que torna “una realidad vivida y experimentada que impregna las sociedades, produciendo miedo y ansiedades que se expresan en la inseguridad espiritual”.


El deseo a través de la sangre

En la cultura judeocristiana las brujas arrastran la culpa de Eva y la mirada de la Iglesia es un péndulo del que depende la vida. Culpable, la bruja es culpable. En Akelarre de Agüero, Ana Ibarguren está sentada frente a los inquisidores con las piernas abiertas. "Postura perniciosa", anota el Tribunal. Para escribir el guion de La bruja, Eggers confiesa que se inspiró en la representación del gato negro en la Edad Media, animal que en muchos grabados figuraba lamiendo la vulva de las mujeres. Los poderes telequinéticos llegan a Carrie con su primera menstruación, el mal entra (y sale) a través de la vagina. En el culmen de la Suspiria de Guadagnino, en el de Hereditary de Aster, las brujas están desnudas y manteniendo relaciones, las brujas tientan y se ofrecen al diablo. La bruja desnuda es la bruja sublimada. La piel, el cuerpo, el deseo. El deseo es una pulsión pero también es un constructo. Su sexualidad es castigo, es reclamo, es 'pecado'.


Las brujas han arraigado en el imaginario colectivo como uno de los escasos arquetipos de mujer poderosa. Y este poder se asocia a su sexualidad. Las brujas son sujetos empoderados para el sexo, capaces de tentar al mismo diablo. Se las ha señalado en la memoria por búsqueda del placer (no renunciar a la faceta lúdica de la vida, y la diversión bajo la óptica del patriarcado se liga automáticamente al sexo), imponiendo una doble criminalización.


Esta construcción de la sexualidad de la bruja, intrínsecamente ligada a su representación en la pantalla, se vale del color rojo de una forma de canalizar el deseo. En la psicología del color, en efecto, el rojo se asocia al poder, a la provocación y al peligro. En el caso de la bruja, el deseo se provoca, y anuncia un peligro en aquel en quien intenta enraizar el deseo, en última instancia, porque es la bruja, como sujeto, quien controla el poder del deseo. La bruja no es un personaje pasivo, no se juzga bajo la mirada del objeto deseado en la pantalla. El rojo es un reclamo, pero es también una expresión de la agresividad latente, la sangre y el fuego.


La memoria en la palma de la mano


La simbología que recorre la palma de la mano de una bruja atraviesa tanto el saber hacer como los códigos del lenguaje que utiliza. Con las manos hablaban y se sanaban: la comunicación pasaba por el signo de la luna a modo de saludo hasta la mano cornuda para reconocer a las compañeras de lo oculto / la tradición medicinal se practicaba únicamente con plantas. Las supuestas pócimas que elaboraban formaban parte de sus conocimientos en botánica natural. Asiduamente utilizaban varios tipos de plantas de la familia de las Solanaceae, todas ellas dotadas de propiedades psicotrópicas, cualidad que hizo caer sobre ellas el estigma de ‘magia negra’. Leyendas estéticas sobre la religiosidad y el misticismo que nos recuerdan a Barrabento.

Acusadas de corporeizar su maldad pactando con el diablo a través dichos brebajes o prácticas sexuales, las fieles practicantes latinas de una brujería sanadora se toparon con una colonización que trajo de la manita a la Inquisición. Corregir su cuerpo se convirtió en el objetivo principal de la represión. Se estaría produciendo un proceso que algunas autoras han denominado inmemorialidad, mediante el cual a las prácticas chamánicas se incorporan de manera forzada rasgos nuevos que terminan modificando sus contenidos y asemejándolos, en la superficie, al imaginario occidental de la brujería: una introducción de las dinámicas del catolicismo que puede verse en su máximo esplendor en Madeinusa, de la directora peruana Claudia Llosa.


Los cuerpos de la brujería, tradicionalmente molestos y enteramente políticos, fueron objeto de una persecución en pos del capitalismo global. Sus marcas se borraron dejando una simbología eurocéntrica que baila entre el erotismo y la sátira, que a veces se asoma al poder ancestral pero que se queda en una reivindicación corporativa de quién tiene voz para hacerla. Analizamos cuerpos tan diversos como costumbres místicas. Ninguna da miedo, lo que de verdad nos asusta es su desaparición.


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