La elección de la artista
- Sofía Á. J.
- 29 abr 2020
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 11 nov 2020
¿Ser libre... es estar sola? Héloïse
Título Retrato de una mujer en llamas ❙ Dirección Céline Sciamma ❙ Género Romance, Drama ❙ País Francia ❙ Año 2019 ❙ Duración 120 min
Héloïse abandona la casa por primera vez bajo un manto negro que se tiñe de azules al contacto de la luz blanquecina. La cámara, temblorosa, con el esfuerzo de quien persigue a un fantasma. La cámara persigue a la mujer en llamas. No se gira. Camina, corre, visualiza el acantilado y entona un ritmo in crescendo que alcanza su culmen cuando ésta se desborda por el precipicio, como una pluma. O eso hace Sciamma que creamos que va a suceder a escasos cinco minutos de metraje. Pero, entonces, Héloïse se da la vuelta, y su mirada abre la caja de Pandora. Marianne ha completado un viaje homérico, cruzado el mar con poco más que sus lienzos bajo el brazo, para llegar a ese momento. Para cruzarse en los ojos de esa otra mujer.

Según la psicología del color, el rojo y el verde, cuando actúan juntos, representan una contradicción, un conflicto. Retrato de una mujer en llamas nunca está en calma. Sus protagonistas siempre luchan. Y las suyas no son batallas livianas. Marianne es una pintora que, en la Bretaña francesa del S. XVIII, ha conseguido un estatus insólito de libertad al haber heredado el negocio de su padre. Héloïse acaba de salir de un convento en el que ha pasado recluida la mayor parte de su vida, y ahora puede volver a correr, puede bañarse por primera vez. Marianne se refugia bajo un muro impenetrable, convirtiendo su libertad en una cárcel, sentada desnuda entre sus dos lienzos a la lumbre de la chimenea, fumando, sola. Héloïse se enfrenta a un matrimonio impuesto con el mismo hombre con quien se prometió su hermana, quien saltó desde un precipicio, eligiendo la muerte antes que el futuro. La mujer en llamas es la pintora. La pintora, la mujer en llamas. Héloïse, de verde. Marianne, de rojo.
El tiempo de la cinta transcurre como se desliza por el abismo de la playa el propio discurrir interno. La historia se calma, resulta tranquila e incluso impacienta a la espectadora mientras las protagonistas se conocen. La pintora, que tiene que retratar a su compañera en secreto, que tiene que memorizar sus proporciones, sus rasgos y medidas, nunca cuenta con el tiempo suficiente. Los planos son cortos, confusos y acelerados. Hasta pasado el cénit de la obra, no se oye una sola gota de música. Sólo las olas, y el insoportable silencio.
Héloïse se siente insegura ante esa mujer experimentada. Y también seducida. Marianne se siente atrapada en su obra, en la belleza magnética de aquella mujer, que no parece haber vivido en su mismo mundo. Cuando finalmente el retrato está terminado, la pintora confiesa su pecado a la musa. Y el hechizo que hasta ahora parecía haberla adormecido, se rompe. La modelo expresa su profunda repugnancia, su frustración hacia la artista. "¿Así es como me ves?". El final implica la separación, y ninguna de las dos está preparada. Y la pintora destroza la obra.
La profundidad de los personajes resulta, en todo momento, abrumadoramente cercana. Y recuerda, en ocasiones, a la tesis freudiana de Bergman en Persona. "Tu escondite no es en absoluto hermético, la vida se filtra por todas partes", recitaba en aquella ocasión Bibi Andersson a su paciente. Lo mismo sucede ahora con la pintora. Ella no tiene el poder en ningún momento. Ella no es libre. No puede controlar su marcha, sólo robar tiempo. No puede controlar a Héloïse, ni su destino. Ni a las olas, cuando ésta decide bañarse. No puede frenar la voluntad de aquella otra mujer, ni anteponer sus deseos. El artista nunca puede permanecer ajeno a la obra. Por eso la destroza.
El retrato de la situación de dependencia de las mujeres en la Europa de la Edad Moderna se presenta de forma aséptica. No emociona, conmueve o siquiera horroriza. Resulta firmemente inamovible, incuestionable. La suya es una historia de aceptación, en la que en ningún momento el futuro soñado, compartido, consigue abrirse un hueco. Pero no es una historia de desesperanza. Cuando leen el mito de Orfeo y Eurídice, Marianne sugiere que Orfeo se gira porque toma “la elección del poeta”, eligiendo al recuerdo de Eurídice por encima de la propia Eurídice. Pero Orfeo no tiene el control, al igual que nunca llega ella a tenerlo. Héloïse, momentos después, le dice que quizás fue ella, la propia Eurídice, quien tomó la decisión, pidiéndole que se diera la vuelta. La crónica de una despedida anunciada se narra con tal belleza que consigue extasiar.
Las noches que las mujeres comparten, los momentos a escondidas, las confesiones y los sueños, se agotan sin que ninguna de las dos pretenda o pueda frenar la situación. Y cuando el fuego de la hoguera se alza, la situación es ya irremediable. Cuando, frente a las olas que se amainan con fiereza, Marianne la ase con brusquedad mientras le suplica que la perdona; no queda tiempo. Cuando en la cama, la pintora se retrata a sí misma, se está despidiendo. Pero no está preparada. Nunca está preparada. Y el azul de los ojos de Héloïse es el azul del mar.
Cada plano que retrata el proceso de creación de los cuadros es, per se, una obra de arte; al igual que lo son muchas de las otras escenas de la película. El trabajo de fotografía es sobresaliente, y consigue impregnar la cinta del espíritu romántico de Goethe, Larra o de Castro. Por eso, su final sorprende aun más. Sciamma toma una decisión valiente, la de regalarles a las amantes un futuro. Separadas, pero felices. Sin renegarlas al olvido, en un dulce exilio. Y, en la escena final, cuando la modelo contempla extasiada la interpretación de "El verano" de Las cuatro estaciones Vivaldi, entiende por qué la canción "no es alegre, pero está viva".
Se trata de la historia brillante de un breve romance que consigue ahondar en las oquedades más profundas. Y cuando la puerta se cierra, Eurídice no vuelve al infierno. Y Orfeo, desde el bosque, no puede sino recordar con añoranza el sonido mudo de las olas rompiendo contra la piedra. La elección de la artista es esconder en el armario el retrato de la mujer en llamas. Pero, como la canción, está vivo. Y la nostalgia que trae consigo, también.
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