El silencio de Aretha Franklin
- Sofía Á. J.
- 6 oct 2020
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 11 nov 2020
¿Puede cantar? Hacédselo saber, haced ruido. ¡Formad parte! James Cleveland
Título Amazing Grace ❙ Dirección Alan Elliott, Sydney Pollack ❙ Género Documental ❙ País Estados Unidos ❙ Año 2019 ❙ Duración 87 min
"Den la bienvenida a la mujer que ha hecho todo esto posible, mi hermana, Aretha Franklin", así anuncia el reverendo Cleveland la entrada de la diva del soul, momentos antes de que comience la grabación en directo del que llegaría a ser el disco góspel más vendido de la historia. Franklin había orquestado hasta el último detalle: el acontecimiento se prolongaría durante dos noches, ella cantaría para Dios y para su público, y el resultado se emitiría en televisión. Sin embargo, años después, la cantante lucharía para intentar que la cinta nunca viera la luz. Su historia es controvertida, y su final, agridulce; pero el misticismo que rodea Amazing Grace la dota de un virtuosismo fuera de lo terrenal.

Aretha Franklin recorre el modesto pasillo de la Iglesia Bautista Misionera del Nuevo Templo en Los Ángeles, envuelta en una túnica nívea. Camina con ligereza. El brillo de su mirada deslumbra antes incluso de que pueda hacerlo su voz. Se sienta al piano sin pronunciar una sola palabra, y la escena pronto se convierte en una epifanía. La cantante estadounidense ya era toda una celebridad en 1972. Había ganado 5 Grammys y compuesto algunos de los más grandes hits de la historia de la música (no exentos de tintes políticos que pedían respeto para la comunidad negra y las mujeres). Respect, A natural woman o Do right woman, do right man destacaban sobremanera, y su carrera musical suponía, a sus 30 años, toda una institución.
Con Amazing Grace Franklin tuvo una idea a todos efectos transgresora. Honraría la música de su infancia, alejándose del soul y volviendo al góspel más purista, en una grabación en directo que se prolongaría durante dos noches consecutivas, y en la que la acompañarían el reverendo y también cantante góspel James Cleveland y el Southern California Community Choir. Pero aquel proyecto era tan seductor como arriesgado, implicaba una oportunidad de oro para las grandes compañías musicales, dada la repercusión de Franklin y el irresistible magnetismo que desprendía la idea. El productor Joey Boyd sugirió a Warner Bros poner al mando a un emergente y prometedor Sydney Pollack, que nunca antes había filmado un evento musical, y que prescindió del uso de las claquetas durante la grabación. Aquella "decisión" técnica condenó al olvido a los más de dos mil fragmentos de película durante casi medio siglo.
Warner Bros había prometido a la artista que se convertiría en una estrella de cine. Franklin se sintió traicionada, y años después, cuando los avances técnicos y, especialmente, el interés y la intuición que Alan Elliott puso en recuperar el proyecto, posibilitaron la esperada culminación del mismo; ella ya no estaba dispuesta. Llegó incluso a los tribunales para impedir que la cinta se estrenara. Finalmente, tras su muerte en 2018, la familia cedió a Elliott los derechos, el proceso volvió a ponerse en marcha y la obra pudo ver la luz. Desde Wholy Holy hasta la última nota de Never Grow Old.
Estamos ante un ser sobrenatural, que no habla, que no se dirige a sus compañeros y apenas presenta síntomas de humanidad. Los primeros planos en los que las gotas de sudor se deslizan sin piedad por su rostro son francamente arrebatadores. Los movimientos eclécticos de su cuerpo y las reacciones del público, una audiencia entregada entre la que puede encontrarse a Mickk Jagger y Charlie Watts (The Rolling Stones); pero, sobre todo, a una comunidad afroamericana absolutamente devota, ferviente defensora de la magia artista y de las enseñanzas de Dios. Hasta el último detalle está dotado de una autenticidad tan asombrosa que, a veces, se antoja irreal.
Uno de los momentos más resaltables, por su calidad humana, es sin duda Higher Mountains. Cleveland, quien guía en todo momento la narración del concierto con un carisma inaudito, presenta la canción diciendo que años antes nunca hubieran imaginado llegar hasta ahí, ni que "Dios fuera a hacer cosas tan maravillosas por ellos". Franklin comienza a cantar, el coro se levanta y la vitorea, el público se alza, llora, grita, baila y la apoya con fervor. La grandeza de la música reside en su capacidad para emocionar, y la pantalla desborda emoción por los cuatro costados.
La experimentalidad de la grabación nunca convenció a Franklin y, probablemente, avergonzó a Pollack; supuso un reto al que Elliott dedicó más de 30 años y, finalmente, cautiva sin esfuerzo a la espectadora. Durante el discurso de su padre, el rostro de la cantante se humaniza, probablemente por primera vez en la película. "Cantábamos en el salón, cantábamos en el coche. Aretha tiene un oído virtuoso, es un milagro". El cariño y el respeto que la comunidad, su familia, su coro y su círculo más cercano desprenden hacia la artista no transmite más que pureza.
Finalmente, tras dar el cierre a la grabación con una espectacular Never grow old, la artista mira al frente y pronuncia, irónicamente, sus primeras palabras: "Buenas noches, que dios os cuide y os proteja". El silencio de Aretha Franklin es una prueba irrefutable de su devoción, su entrega y la del público, los elementos que llevan a la película al éxito. En la sala de cine, hay quien también, aún, grita, aplaude y llora. El legado de Franklin es inmortal, y ahora, también su inspiradora idea.
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