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Un mutismo asfixiante

  • Foto del escritor: Sofía Á. J.
    Sofía Á. J.
  • 4 abr 2021
  • 5 Min. de lectura

Es tu gran oportunidad. Mamá y yo queremos saberlo todo. El padre de Jane

Título The Assistant Dirección Kitty Green Género Drama País Estados Unidos Año 2019 Duración 87 min

Tragar, tragar y tragar. De eso va la película, de todo lo que tiene que tragar una muchacha que acaba de empezar a trabajar”. Mi madre realiza una narración apasionada de The Assistant a través del teléfono. La descripción a priori victimista de la protagonista me lleva a confrontarla. “Yo creo que cuenta algo más profundo, mamá. Los abusos a mujeres, el poder de los magnates de Hollywood”, tengo la osadía de recriminarle cuando ni siquiera he visto los créditos iniciales. Un testimonio de Twitter que quiero hacer mío, pero estoy muy equivocada. “No, no, ya verás. Te va a gustar”. Porque mi madre no ha visto la película de una víctima, sino de una superviviente a una industria caníbal, salvajemente neoliberal. The Assistant va mucho más allá del poder, no hay nada más “profundo” que explorar el silencio, la sumisión impuesta y la alienación y, por supuesto, no es un relato compasivo. Mi madre tenía razón.


Una Julia Garner poderosa y brillante se pone en la piel de una joven asistenta que se ha graduado en Northwestern y lucha por ser productora en la industria del entretenimiento. Lucha o resiste. Para ello, Jane ha sacrificado su vida personal (lleva meses sin ver a sus amigos, como se encarga de recordarle, de una forma no desinteresada, el jefe de personal; llega la primera y se va la última de la oficina y, en una de las cimas emocionales de la cinta, olvida el cumpleaños de su padre ante la sobrecarga de trabajo) y se dedica plenamente a su trabajo: ser la asistente de un gran magnate del entretenimiento.

Kitty Green nos presenta un universo bastante completo y representativo de las violencias a las que se exponen las mujeres no solo en la industria del entretenimiento, sino en la cultura del trabajo inherente al S. XXI (en suma, al capitalismo). Más concretamente, realiza una exploración invasiva, que nos dispara en forma de insoportables silencios (para quienes, por desgracia, pueden comprenderlos). La cinta aborda la extendida creencia de la meritocracia y el esfuerzo en Estados Unidos a través de la figura de una trabajadora que tiene que enfrentarse a los abusos de poder de su jefe completamente sola.


El sueño americano cae en los 87 minutos de metraje por su propio peso. Y, si bien para gran parte de la crítica este derrumbe encuentra su clímax en la conversación de Jane con el jefe de RR. HH., las llamadas telefónicas con su familia no resultan menos desgarradoras. Hablar de la clase trabajadora estadounidense no es tarea fácil. Por eso la Lady Bird (2018) de Greta Gerwig se quedó en nuestra retina con las discusiones incansables entre una adolescente que no entendía por qué su madre no podía ofrecerle un futuro mejor. En The Assistant, “aquella” adolescente, tras terminar sus prácticas (“unas de ellas, remuneradas”) y decidir dejarlo todo por convertirse en productora, ha de enfrentarse a una industria salvaje y neoliberal, que expone y drena especialmente a sus trabajadoras.


Cuando su madre la llama para recordarle que ha olvidado el cumpleaños de su padre no lo hace envuelta en un tono de reproche, sino cuasi compasivo: “sabemos que estás muy ocupada”. Unos días después, su padre le recuerda “es tu gran oportunidad, mamá y yo queremos saberlo todo”. Mientras tanto, y nada más lejos de la esperanza de sus padres, el día a día de la protagonista es un torbellino de alienación y conformidad resignada. Realizar llamadas, recoger las salas de reuniones, comer casi a escondidas, en un cuarto de iluminación tenue. Encontrar el pendiente de una mujer en el sofá de su jefe. Al día siguiente, uno distinto. Fotocopias, papel, llamadas, tinta. Ser testigo de un caso de abuso. Cansancio. Escuchar, en silencio. Las conversaciones ajenas, los éxitos ajenos y también los horrores. Es tu gran oportunidad.


Prosperar es un deseo y un yugo impuesto por la cultura del esfuerzo. Trabaja duro y lucha por tus sueños. El trabajo de tus sueños. Sueños, sueños y más sueños. “Tragar, tragar y tragar”. Trabaja duro y no denuncies los casos de abuso sexual de tu jefe. Jane recibe un correo. “Soy duro contigo porque voy a hacerte grande”. Es tu gran oportunidad. Cuando Jane es consciente de haber presenciado un caso de abuso, no tiene un sindicato o una red de apoyo a la que acudir para denunciarlo. En su lugar, acude al jefe de RR.HH., quien, para sorpresa de nadie, logra desviar el relato y tergiversarlo hasta el punto de plantear una narrativa en la que es la asistente quien está celosa de la joven, sin experiencia y alojada a orden de su jefe en un hotel de lujo, que ella cree víctima de abuso sexual. “Has trabajado mucho para llegar hasta aquí, ¿por qué tirarlo todo por la borda ahora, por esto?”.


El perfil del magnate, cuya cara nunca llegamos a ver y cuya voz nos recuerda al temor asfixiante, pero borroso y confuso que representa el monstruo de Babadook (2014) de Jennifer Kent, no constituye un personaje per se, sino una encarnación de todos los abusos: los gritos, el poder, el asco, la ira, los excesos, la deshumanización. Los abusos a los que se exponen las actrices que acuden al despacho del Wittgenstein ficcional para realizar una audición, aquellos que sufre Jane bajo los gritos, la condescendencia y la ira de su jefe, o aquellos que se respiran en la incomodidad de su propia oficina, cuando sus compañeros se levantan, invasivos, para ver su pantalla y decirle cómo redactar los emails de disculpa. “Agradezco mucho la oportunidad de trabajar aquí y no le volveré a defraudar”, le piden que incluya en dos ocasiones, mientras uno de ellos deposita la mano en su hombro.


“¿Por qué yo?”, pregunta Jane cuando uno de sus compañeros de oficina intenta pasarle una llamada de la mujer del jefe. Y, al otro lado de la pantalla, todos nos lo preguntamos con ella, al unísono, como un eco. Por qué ella. Por qué las mujeres. La misma pregunta de siempre. “Ellas sacarán más provecho que él, tranquila”, dice una de las directivas mientras baja con Jane en el ascensor. Y un escalofrío recorre nuestra espina dorsal en al imaginar qué sucedería (y sigue sucediendo), en qué y en quién se inspiraría la historia; deseando, una vez más, que la realidad no supere a la ficción.


No es necesario fruncir el ceño y estrechar los párpados, realizar un esfuerzo anómalo, para imaginar de qué violencias machitas habla The Assistant, ni intentar componer un mapa de investigación en el que encontrar el “homólogo real” de los personajes de la obra (pese a las equivalencias que ya conocemos a raíz del #MeToo). Porque, precisamente, la cinta va mucho más allá de una denuncia personal, individualizada. La decisión de Green de no dar voz al abusador y, por el contrario, intentar explorar el silencio de la protagonista, es un acierto y, ante todo, una elección política más allá de lo estético.


En definitiva, The Assistant es el relato de una experiencia y una denuncia colectiva que consigue guiar al espectador sin aspavientos, mostrándole un crudo retrato los abusos de poder a los que se exponen las mujeres en el ámbito laboral. Y la experiencia no deja indiferente. Termino el visionado y vuelvo a pensar en mi madre. “Tragar, tragar y tragar”.


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